“¿Pueden preguntarme en español?”
De esta forma un candidato al Tribunal Europeo de Derechos Humanos perdía toda posibilidad de aspirar a la ansiada plaza. Tal frase me recuerda otra oída en algunas películas americanas:
“Do you speak my language?”
Los personajes la decían en contextos diferentes. Por ejemplo, en Indiana Jones y la última cruzada, Marcus Brody la soltaba al aire una y otra vez hasta que Sallah lo reconocía en la estación del tren.
Siendo ambas interrogativas y tratándose siempre de personas fuera de su entorno… Clic en mi cabeza y entrada para el blog.
Un ovni se posa en la hierba del campo donde está a punto de comenzar la final del mundial de fútbol. Desilusionaos: se trata del platillo de toda la vida. Lo escoltan otros siete que patrullan las gradas a cien metros por encima de las cabezas del público, cuyo pánico acalla toda posibilidad de averiguar si los impulsores usan diésel o energía nuclear. La ausencia de pegatinas ecológicas en el parabrisas del que ha tocado tierra tampoco ayuda a descubrirlo.
Se despliega una rampa, clac-clac-clac-…-clac, por donde baja un bípedo de piel naranja, lampiño, unos dos metros y medio de alto y barriga que la túnica ni se molesta en ocultar. Pese al color de la prenda, los presentes lo tienen claro: no se trata ni del cuarto árbitro ni del asistente de reserva.
El sujeto aprieta el anillo del meñique izquierdo y carraspea. El sonido amplificado inunda el estadio y enmudece las voces que hasta entonces especulaban sobre el sexo e identidad del personaje recién llegado, al parecer, sin entrada para el evento. Por fin, abre la boca y dice:
“T’sikf kopht m’aprt kmper?”
(“Do you speak my language?” en perfecto galáctico del imperio Zworgiano)
Acto seguido, despliega un rollo y comienza a leer algo mientras un semejante planta la bandera encima de la pelota.
Cualquiera le pide a ese que le hable en castellano.
Iniciada la colonización de nuestro planeta, deberíamos aprender su lengua. ¿Cuánto tardaríamos? Quienes lo consiguieran primero alcanzarían una esclavitud más llevadera. Los otros, pues…
¡Tranquilidad, que no se trata de un adelanto de Hambarath! Aunque allí el idioma hubiera supuesto un problema a no ser por… Lo siento, tendrás que leerla para saberlo.
Os dejo por Chesil Beach, de Ian McEwan